Profesora le revisa celular a estudiante a ver si está hablando con su profesor particular

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Profesora le revisa celular a estudiante a ver si está hablando con su profesor particular

“A ver, muéstreme ese celular, joven; no quiero guachafita. ¡Póngalo frente a la cámara ya!” fueron las palabras con las que Ivana Sánchez, profesora de física de 5to. año del Colegio Nuestra Señora de los Cielos, reclamó a uno de sus alumnos que estuviera usando su celular durante la clase virtual. A Sánchez no le preocupaba que el joven estuviera vendiendo drogas ilícitas, revisando páginas porno o viendo sus redes sociales; le preocupaba era que estuviera hablando con su profesor particular a sus espaldas.

Luego de culminada la sesión de Zoom —por una falla de internet— conversamos con la profesora Sánchez, una de esas docentes vieja escuela que nunca ha sido de decomisar celulares ni bajar puntos de conducta; por lo que sorprendió tanto a sus alumnos hoy al pedir ver el celular de su alumno: “¡Por favor! ¿Cómo va a ser posible que necesite clases particulares? ¿Por qué va a buscar el saber en otro lugar, ah? Yo que le he dado los mejores meses de su vida a ese muchacho, ¡venir a hacerme esto! Yo soy una profesora increíble, íntegra y humilde. Es quimérico que no entienda mi materia, mucho menos si yo la enseño. Puedo calarme a un estudiante que se duerma en clase; no es que me encante, pero entiendo que estas clases por computadora son fastidiosas. Pero que me vengan a cambiar por otro profesor y en mi propia cara eso sí que no. Nada de eso, aquí se aprende durante mis horas de clases y ya. No tengo pena, lo admito claramente: le revisé el celular al alumno José Andrés para ver si estaba hablando con su profesor particular. Me pone celosa saber que hay gente aprendiendo física por otros canales, con otros métodos o con otras chuletas. Yo soy el adulto responsable de esta materia, no otro. Además, probablemente el particular gane más que yo y eso es inaceptable. ¡Uno da clases por la vocación, no por el dinero!” exclamó Sánchez, quien luego tuvo que vender un riñón para pagarle clases particulares de matemática a su hija para que no pierda el año.

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