"¿Estamos celebrando algo especial?" pregunta chama a novio que la llevó al McDonald's de Sabana Grande

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"¿Estamos celebrando algo especial?" pregunta chama a novio que la llevó al McDonald's de Sabana Grande

Eran las 12:30 p.m de un martes que probablemente para ti o para mi ha sido bastante común y corriente, pero no para José Andrés Tamayo, que esperaba impaciente a su novia Irene para darle una gran sorpresa: llevarla a comer al McDonald’s de Sabana Grande. José Andrés sabe que para botar la casa por la ventana de esa manera tuvo que vender su Ford Fiesta, pero cegado por el impulso romántico no le importó quedarse a pie y lo hizo; la ocasión lo ameritaba, pues iba a pedirle matrimonio a su doncella caraqueña.

Al quitarle la venda luego de llegar al lugar —venda que José Andrés minutos más tarde admitiría era una media que no usaba desde hace años— Irene sintió su corazón latir con impaciencia, pues José Andrés siempre había sido más bien un novio pichirre, y comer en McDonald’s era un lujo que nunca había podido ofrecerle. José Andrés lamenta que la silla esté atornillada al suelo, pues no puede llevar a cabo el caballeroso gesto de sentarla que tanto había ensayado; pero eso no lo amilana. Ya sentados en la mesa de aquel lugar desolado, en el que hasta los empleados se quedan dormidos porque no llega nadie, Irene empieza a llorar de alegría. José Andrés abre su bolsito Louis Vuitton comprando en El Cementerio, saca un anillo, Irene no lo puede creer… ¡y pasa! ¡José Andrés le pide matrimonio! Ambos lloran, se abrazan, comen y vuelven a llorar al salir porque las hamburguesas —que les costaron unos cuatro sueldos mínimos aproximadamente— nada mas tenían una lonja de queso amarillo y la mitad de un pepinillo.

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