Periodista Holandesa busca miseria en Venezuela y termina encontrando el amor

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Periodista Holandesa busca miseria en Venezuela y termina encontrando el amor

Reportera

A Frida Voorman la vida le dio un vuelco el pasado 19 de marzo. Ese día, la joven periodista holandesa, corresponsal del canal de televisión De Leugenachtig Riool, fue enviada por sus jefes a Venezuela, en busca de historias sensacionalistas sobre la miseria y la pobreza. En lugar de eso, Frida terminó encontrando en las depauperadas calles de Caracas el amor.

«Y cuando ya estaba a punto de mandar mi primera crónica, lo vi… Fue amor a primera vista.»

–Frida

«Ja, cuando los jefes me dijeron ‘Frida, te vamos a mandar dos meses a Venezuela, queremos historias malditas, de pobreza, de miseria y sufrimiento, de esas que dan miles de clicks’, ¡todos mis compañeros me dijeron que estaba loca por aceptar!» confesó Voorman a nuestro pasante subpagado, que la entrevistó mientras hacía una cola para comprar pollo. «Yo misma pensé que algo estaba mal en mi cabeza, pero yo siempre quise ser corresponsal de guerra, y todos me habían dicho que no hay mejor sitio en el mundo para aprender de las penurias propias de una guerra que Venezuela, así que acepté. Me vacuné contra todo, metí en la maleta lo mínimo, 12 jabones, 6 franelas blancas, 2 pantalones y unos zapatos cómodos pero discretos y me monté en el primer avión que salía para acá, con mi camarógrafo, dispuestos a buscar esas historias que los intelectuales en Europa necesitan para satisfacer su hambre del «buen salvaje». Entrevisté a madres. A políticos. A gente pasando hambre, muriéndose por falta de medicinas. Y cuando ya estaba a punto de mandar mi primera crónica, lo vi. Recostado de un poste, tapándose el sol con un cartón y una agendita bajo el brazo, esperando que abrieran un abasto. Fue amor a primera vista. Apenas lo vi le escribí un email a mis jefes renunciando. No me importó que no hablara ni una palabra de holandés: vendí en el mercado negro mis jabones y con eso compré un apartamento y me lo traje a vivir conmigo» dijo Frida, mientras le daba un codazo a una señora que pretendía colearse y le decía «bachaqüerrra».

Acto seguido, Frida nos habló del amor de su vida. «Gamboa. Solo sé que se llama Gamboa. No sé su nombre, no sé si trabaja, no sé si tiene un título, no sé como trae comida a la casa. Pero ya tenemos 3 meses juntos, los mejores de mi vida. Gamboa es todo un macho latino, pero además es sensible; de repente me dice unas frases románticas en español y yo me vuelvo loca: «vístete Frida, que llegó el camión al Central Madeirense» Pfffff, el latin lover, ¿verdad? Yo le brinco encima y me le entrego. Pero no todo es sexo: Gamboa cumple con los deberes del hogar, y bien. Siempre llega con su verdura, con sus laticas, con lo que se consiga. ¡Y cuando llega de hacer cola, después de tres días sin bañarse, con ese olor a sudor, a hombre! ¡Pffff, quisieran los hombres en Holanda ser como mi Gamboa!» afirmó Frida, mientras amenazaba con linchar a una cajera que le gritó «Clave».

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