Joven que emigró a España indeciso entre alquilar apartamento o comprar lata de Pirulín
Cansado de su caminata por El Retiro, Germán Villegas, un joven emigrante venezolano, tomó un respiro y aprovechó para reflexionar sobre una gran inquietud que tiene días dando vueltas por su cabeza: ¿debería usar sus ahorros para alquilar un apartamento en un barrio decente de Madrid o para comprar una lata de Pirulín? Sí, el apartamento le dará estabilidad, no lo discute; pero el Pirulín lo transportará a su infancia en Venezuela y lo hará llorar, no tanto por la nostalgia que lo abruma como por el daño que esa compra podría causar en su estado de cuenta.
Nuestro pasante subpagado conversó con Germán a través de una llamada por Zoom, porque obviamente no tenemos el dinero para pagar un pasaje a Madrid —y si lo tuviéramos no lo mandaríamos a él—: “Pana, no sé qué hacer. Estoy demasiado indeciso. Por una parte, coye, sería chévere tener un piso —así le dicen aquí, suena muy formal, dígalo, pero así es que le dicen, ni modo— y dejar de dormir en el suelo arropado con una almohada en casa de mi primo. Pero, al mismo tiempo… coño, tengo mucho tiempo sin comerme un Pirulín. Aquí venden una vaina medio parecida, pero qué va, no da pie con bola. Y me quiero dar mi gustico, me lo merezco después de aplicar a 2 trabajos. Pero mamagüevo, es demasiado caro. Por eso no sé si valdrá la pena. Con lo que me cuesta una lata de Pirulín pago los 3 meses de depósito y 2 meses de adelanto de un alquiler que vi. Pero… es que… es demasiado rico, y me trae demasiado recuerdos. Pero de pana debería buscarme un lugar donde vivir. Pero… pero…”, tartamudeó el joven, quien decidió darse el gusto y que se quedará en casa de su primo por 8 meses más.