Engelberth Guzmán, miembro de la banda delictiva “Los Ateos de la 905”, —porque no creen en naiden (sic)—, está acostumbrado al uso de armamento de alto calibre para sus fechorías, lo típico de cualquier delincuente caraqueño, pistolas, granadas y rifles M110A1 con mira telescópica y sensor infrarojo. Sin embargo, está tarde, Guzman sorprendió a los convives de su zona cuando pasó de silbar un vulgar fusil de asalto a silbar la bazooka, entonando así su pieza favorita, la Romanza Apassionata de Carl Maria von Weber.