Luego de años de viaje, yesquero vuelve a manos de su dueño original

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Luego de años de viaje, yesquero vuelve a manos de su dueño original

Las historias con finales felices no solo son cuestiones de cuentos de hadas o películas y esto quedó demostrado hoy cuando –después de años de viajes y aventuras– un desgastado yesquero volvió a las manos de Sebastián González (31), su dueño original.

«No me puedo quejar porque viví muchas cosas, sin embargo, ninguna como estar con mi dueño original»

–Yesquero

Según cuenta el mismo yesquero, Sebastián lo compró en la madrugada de las navidades del 2014 en un kiosko de El Cafetal en la ciudad de Caracas. “Desde el primer instante fuimos el uno para el otro. Pasamos unos días de fiesta inolvidables. Le prendí fuegos artificiales, la cocina para montar hallacas, cigarrillos y hasta uno que otro porro. Me trataba como si fuera un Zippo. Sin embargo, la borrachera del primero de enero hizo que Gianfranco, un amigo de Sebastián, me robara. Pensé que volvería a ver a mi verdadero dueño rápido en cualquier otra reunión, pero no fue así, pues Gianfranco al día siguiente voló para Europa y yo con él. No sé ni cómo pasé por los rayos equis, pero llegué a París, lugar donde me perdí rápidamente a causa de la confusión vivida por unos disparos de unos árabes a unos caricaturistas, creo…”, aseguró el yesquero quien hizo una pausa para toser el poco gas que le quedaba y continuar su relato.

“Estuve meses en las calles siendo pateado hasta que por suerte llegué a Italia. Ahí me recogió un chico que me llevó al vaticano, donde ayudé a prender las velas de las misas hasta que el Papa Francisco me metió en su túnica y el 19 de septiembre de ese año volamos a Cuba. En la isla centroamericana estuve todo lo que restaba del 2015 y 2016. Prendí muchos habanos y estuve en reuniones de las que –por mi seguridad y la de mi dueño– prefiero no hablar. En esa época estaba resignado a no volver a ver a Sebas. Sin embargo, otro golpe de suerte llegó y de tanto pasar de mano en mano, terminé regresando a Venezuela en un vuelo privado…”, relató el yesquero, que volvió a hacer una pausa, pero esta vez para, con cara de ilusión, prenderle un cigarrillo Fiesta a Sebastián.

El yesquero afirmó que luego de esto pasó meses en cocina de un alto funcionario del Gobierno venezolano de origen árabe. “Juré que así pasaría mis últimos días; como un ayudante de cocina. Pero de repente el hijo del dueño de la casa me tomó y me sacó a la calle y a la acción porque durante más de 100 días prendí cauchos y molotov. Luego todo se calmó y empecé a ir a despedidas de gente que se iba del país. Y en una de esas, en El Cafetal curiosamente, volví a ver a Sebas. Ambos estábamos mucho más maduros, pero igual nos reconocimos. Apenas me tocó, recordé lo que era amar nuevamente. No me puedo quejar porque viví muchas cosas, sin embargo, ninguna como estar con mi dueño original”, sentenció el yesquero justo antes de que Sebastián lo pusiera a la máxima potencia y se diera cuenta de que ya no servía.

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