La Epson 760, impresora propiedad de la familia Martínez desde hace unos quince años, rompió el silencio sobre el documento que nunca quiso imprimir en aquella tarde del 3 de mayo de 1999.
“Pues no me dio la gana, chico. Ya estaba cansada que me batieran el cartucho como si fuera a salir tinta de la nada. ¡Simplemente tenían que comprar otro y ya! ¡Tacaños! No aguanté más y me negué a imprimir. Cada vez que el señor José mandaba la señal de impresión, yo la ignoraba; aquella cola de impresión se llenó de todos los intentos y yo me hice la loca. Lo mejor fue cuando creyeron que desenchufando y conectando todos los cables iba a reaccionar, pero no, me quedé incólume. Al final el señor José se cansó y lo imprimió en la HP de su oficina. Esa impresora era una gran pendeja mojoneada y se dejó.” Explicó la Epson 760 mientras imprimía una hoja de calibración que nadie le pidió.
La HP LaserJet 2100, también perteneciente a la compañía donde trabajaba el señor Martínez, aseguró que la Epson era conocida por sus groserías y mal comportamiento. “Así son las impresoras de inyección de tinta con sus cartuchos y su nichería. Esa Epson nunca quería imprimir nada, una vez le compraron tinta nueva y se lo gastó sacando 30 documentos del día anterior. Cada vez que la prendían y apagan volvía a imprimir el documento; de verdad era una desfachatez. Aunque algunas veces la entendía, yo soy de tóner y cada vez que se acaba, la secretaria del señor me bate ese tóner sin ningún cuidado, ¡Desgraciada! Pero igualmente, yo soy una láser y debo mantenerme a la altura.” Culminó la HP quién aseguró que necesitaba una actualización de drivers urgentemente.