Chamo que cree tener síndrome del Impostor es genuinamente malo en su trabajo

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Chamo que cree tener síndrome del Impostor es genuinamente malo en su trabajo

Cristóbal Mendoza Velutini siempre soñó con ser un gran masajista. Nacido en una familia pudiente y dueña del estado Monagas, que pudo costearle con comodidad los mejores cursos de fisioterapia en el mundo, Cristóbal trabaja en Masajes y Masones, el spa que le montó su padre. Pero toda esta buena fortuna no impidió que hoy Cristóbal confesara que cree tener el síndrome del Impostor y que ya no se siente tan capaz como antes, ignorando por completo a todos los malos reviews que recibe en internet y a cientos de clientes que llevan años demandándolo por mala praxis. 

Con el corazón en la mano y una mirada baja que se quedaba fija en su termo Contigo, Cristóbal se armó de coraje para expresar cómo se sentía: “Estuve tiempo desmotivado, estresado y sin sentirme a la altura de todo lo que he logrado junto a papi. Por más que tenga muchos títulos, por más que practicara a diario en la espalda de mis escoltas y que hubiera comprado las mejores cremas humectantes en los mejores perrocalenteros del país, no podía evitar preguntarme si los clientes se estaban dando cuenta de que siempre fui un farsante. Un mentiroso. Un falso gurú del placer, como la Sirena67. Pero no. Ahora creo que es solo el famoso síndrome del Impostor, porque mis clientes siempre me cuentan que les cambié la vida para siempre. Que si ya no comen mostaza, que si aprendieron a vivir con hernias discales, que si su pareja usa su nueva joroba como almohada. Volveré a estar tranquilo, pronto, porque en el fondo sé que dejé una huella bien marcada en muchos. Bueno, en uno de cada diez”, concluyó Cristóbal como argumento final de su defensa en el juicio civil en su contra más reciente.

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