Luego de pasar toda la Semana Santa en Puerto La Cruz, la familia Zavala; cansados de los apagones, la ausencia de agua y el gentío en las playas, decidió astutamente salir hoy muy temprano para Caracas, con el objetivo de evitar el alto volumen de tráfico del retorno a casa. Sin embargo, para su sorpresa, se consiguieron en la cola con miles de familias que hicieron exactamente lo mismo.

“Bueno, coño de la madre, ¿qué te puedo decir? La cagamos. Si hubiéramos sabido que íbamos a agarrar este mamerro de cola, nos hubiéramos quedado hasta la tarde, hubiéramos aprovechado una tardecita más de playa. Ya estamos aquí, ya no podemos hacer más nada. Maldita sea” dijo el señor Bernardo, ignorando que la opción “quedarnos-en-la-playa-y-venirnos-de-noche” fue escogida por miles de personas también. “Lo peor es ahora tener que pasarse 8 horas en esta cola con la cuaima que está ardida, con mi suegra, con los carajitos allá atrás ladillados, aguantando el hambre, pasando esta última roncha. Ya no siento las piernas; y lo peor es que seguro que si les digo que veamos la iglesia de Clarines otra vez me asesinan. En fin, última vez que salgo de Caracas en Semana Santa” afirmó, ignorando también que eso lo ha prometido como cincuenta veces antes.

Luego de pasar media hora sin avanzar ni un metro, Bernardo derramó una lágrima de arrechera pura. Sin embargo, después de lanzar unos cuatro correazos al asiento atrás, luego de oír por enésima vez la pregunta “¿cuánto falta?”, logró sentirse un poquito mejor.