Creyó viajar a futuro apocalíptico pero descubrió que solo estaba en el Metro

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Creyó viajar a futuro apocalíptico pero descubrió que solo estaba en el Metro

Jeylarth José Rincón, joven caraqueño de 16 años, pasó toda la mañana creyendo que había viajado en el tiempo, y que permanecía atrapado en un futuro apocalíptico post-cataclismo nuclear; sin embargo, la realidad lo despertó cuando descubrió que estaba, en realidad, en la estación Plaza Venezuela.

«Pana, yo no sé que pasó; me monté en Colegio de Ingenieros y de repente, en un abrir y cerrar de ojos, se fue la luz. ‘Cualquier cosa, vainas que pasan; seguro en un momento regresa la luz. Esa es lo que pasa cuando no cobras la tarifa justa’, pensé yo; pero que va, la cosa se fue poniendo más y más heavy. A los 45 minutos, la gente se comenzó a poner nerviosa y hambrienta, y la mezcla de sudor y apretujamiento hizo que se propagara entre la gente una epidemia de rabia y cólera, y la gente empezó a pelearse. Eso sí, era una cosa nunca antes vista: con mordiscos, se arrancaban tajos de piel, con un salvajismo bestial. Como el ambiente se puso tenso, alguien tiró a un bebé a una ventana, que se quebró en mil pedazos, y como pudo, la gente comenzó a saltar a las vías, uno a uno caímos a un túnel infestado de ratas y cucarachas. De repente alguien sacó un Cocosette y lo abrió encaletado, pero el ruidito del celofán lo delató; allí, una horda de personas que actuaban como zombis lo asaltó, y no sólo le robó el Cocosette: le abrió las tripas, se lo comieron y se bañaron de su sangre» afirmó Jeylarth, visiblemente aterrorizado, mientras cercenaba la yugular de una señora de 56 años con su ticket Multiabono.

Jeylarth José continuó su aterrador relato: «Las pocas personas conscientes que quedábamos comprendimos que debíamos unirnos: creamos dos grupos, uno de vanguardia, encargado de abrir un camino hasta la próxima estación, y otro de retaguardia, para protegernos del ataque de los mutantes. Así, tras una hora de intensos combates cuerpo a cuerpo, seguimos la luz y logramos alcanzar lo que parecía el andén de la próxima estación, pero allí nos esperaba un nuevo reto: un ejército de energúmenos, que cansados de esperar el tren que nunca llegó, atestaban el andén con violencia y no nos dejaban subir. Una gorda que tenía unas lycras rosadas aceptó sacrificarse por el bien del grupo: entre siete personas la lanzamos al andén y, al crear un hueco entre la gente, pudimos escapar. Un guardia robot volador nos detuvo y yo le pregunté si estábamos en el mundo de Mad Max o el de Twelve Monkeys, pero el tipo me dijo que no, que eso era la estación de Plaza Venezuela. Te lo juro: esta vaina fue una de las experiencias más heavys que he tenido en mi vida. Cabilla» dijo el joven Jeylarth José, quien confirmó que prácticamente había vuelto a nacer.

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