Institución que no cambia desde hace 20 siglos exige cambios en Cuba
Raúl y Benedicto XVI comparten un Partagás y un roncito en un balcón del Palacio de la Revolución. Aprovechan un descuido del traductor para compartir una conversación a bajo volumen, en un idioma que se creía desaparecido hace siglos, como ellos, y que sólo ellos saben hablar.
– Oye Benny, ¿puedo llamarte Benny, no?
– Claro.
– Bueno, Benny, yo quería pedirte disculpas, mi hermano. La verdad es que Hugo estuvo latoso con eso de la audiencia privada.
– Tranquilo, Raúl. No le pares, en serio.
– No chico, es que me da pena contigo.
– ¿Pena? ¡No parecen cosas tuyas, Raúl! ¿Después de lo que hiciste anoche en el Tropicana?
– ¡Ja ja ja!
– ¡Ja ja ja!… ¡Pobre muchacha!
– Tu sabes como es la cosa, Benedicto…
– Oye, Raúl, por cierto: disculpa que te diga esto, pero hay que abrir un poco el puño. Ya son muchos años sin un cambio aquí en Cuba.
– ¡¿Cómo?! ¡Oye, mira quién me viene a pedir eso! ¿Cambio? El día que tu dejes ordenar mujeres como sacerdotisas, comemiedda.
– Este… bueno, si tu permites a los cubanos entrar y salir libremente de Cuba.
– Oye, si tu levantas la prohibición esa absurda de no usar condones.
– Me parece que eso es algo en lo que podría ceder, si tu eliminas la libreta de racionamiento.
– Mi hermano, eso que tu llamas «libreta» no es más que el voto de pobreza llevado a la práctica. Ese mismo voto que ustedes los curas tienen años haciéndose los locos.
– Raúl: la palabra «Voto» te queda como grande en la boca.
– Boca es lo que se llenan ustedes pidiendo cambios… y ustedes son incapaces de hacer uno solo, Benny. ¿Por qué no vendes todas las obras de arte que tienes allá acaparadas en el Vaticano, y le repartes ese dinero a los pobres? ¿Eh?
– Considéralo hecho, Raúl. Me imagino que entonces podré pedirte que me complazcas acabando con la policía política y la persecución a los homosexuales.
– ¿Homosexuales, Benedicto? ¿Te me vas a poner con esa, tu? ¿La Iglesia Católica?
– ¿Me pasé, verdad? Bueno, esteeee… está bien, los homosexuales no… no más persecución a los intelectuales. ¿Te parece?
– Si tu Iglesia deja de hacerle la vida imposible a los que se divorcian.
– Oye, más respeto, Raúl. El matrimonio es sagrado.
– Permite que los curitas se casen, pues.
– ¿Sabes como es la cosa, Raúl? Olvídalo, chico. Deja todo como está.
– Oye Benny, como que tienes razón. ¿Estamos en paz?
– En santa paz, Raúl.
– Bueno, vamos al Malecón, adonde las jineteras. Hugo paga.
– Jajaja. ¿Pero nos terminamos el roncito primero?
– Tráetelo. Allí en la puerta te doy un vasito de plástico.