La verdadera historia de Gauchito, Mascota de Argentina 78

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La verdadera historia de Gauchito, Mascota de Argentina 78

Se dice que Celestino Anacleto García -también conocido como Gauchito- nació en Santa Rosa, Provincia de la Pampa Argentina. Desde pequeño, este simpático niño asomaba su interés por los caballos, la ganadería y el uso del rebenque, un látigo corto utilizado por los gauchos. Sin embargo, detrás de la sonrisa inocente de Gauchito se ocultaba un hombre de 42 años con un serio problema hormonal, que lo hacía lucir como un niño.

A pesar de conocer esto, la Federación Argetina de Fútbol lo escogió como mascota del mundial de 1978. Gauchito conquistó al Mundo convirtiéndose en una de los símbolos de la victoria albiceleste. Fueron tiempos de éxitos, fiestas, celebraciones y sobre todo, el inicio de la faceta más oscura de Gauchito, cuando su afición por el látigo se convirtió en una obsesión, al punto de convertirse en un empedernido enfermo sexual.

Una vez pasada la euforia del Mundial, Gauchito confrontó problemas por su recién descubierta afición con el látigo. Jefes, familiares, vecinos, amigos, incluso desconocidos y turistas, todos sintieron en sus pieles el furor de su rebenque.

Dicha adicción no pasó por alto por el gobierno dictatorial de turno, que le ofreció a Gauchito un trabajo en uno de los ministerios que se encargaban de torturas y desaparecer a personas incómodas. Pronto, a Gauchito se le hizo imposible esconder esta doble vida: su esposa lo descubrió, le pidió el divorcio y lo abandonó llevándose todo lo que tenían, dejando a Gauchito en una situación de equilibrio psicológico muy precario. Pronto el látigo dio paso a perversiones mucho peores.

Finalizada la dictadura, a finales de los años 80, Gauchito tuvo un altercado con la ley. Después de extralimitarse en su adicción y comenzar a latigar a cualquiera que se le atravesase en la calle. El llamativo personaje de la pampa fue aprehendido por sus mismos compañeros. Grupos de auxilio le dieron la mano a Gauchito, y con paciencia y perseverancia lograron hacer que olvidara a su látigo y sus perversiones. Gauchito era, de nuevo, una persona de bien.

Una vez establecido, Gauchito busca contrato con marcas conocidas como Toddy o Chicha El Chichero, pero una investigación periodística descubrió su asociación con dictaduras sangrientas, lo que hizo que sus patrocinantes le dieran la espalda. Decide irse de la Argentina, a probar suerte en otras latitudes, y ahora mantiene una vida bajo perfil, echándole el cuento de Luisa Cáceres de Arismendi en los castillos de Margarita a los turistas, por unas simples monedas que le permitan sostener su vicio del mate, lo único que lo ata aún a su tierra natal.

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