La verdadera historia de Footix, Mascota de Francia 98

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La verdadera historia de Footix, Mascota de Francia 98

Footix, un robusto gallo nacido en la provincia de Jean-Le-Madmoiselle, pasó a la fama por haber vencido en un casting a otros cien gallos para ser seleccionado mascota del mundial Francia 98.

Muchos son los rumores sobre quién fue el padre de Footix: algunos dicen que fue el gallo de Corn Flakes, otros dicen que fue el gallo de Le Coq Sportif e incluso algunos nacionalistas dicen que es hijo del gallo de Arturo’s. Lo cierto es que Footix es hijo de un pobre gallo campesino y borracho de la provincia francesa.

Criado por su tía, Jean Mary Gautier, quien le inculcara el amor por las artes y el existencialismo, Footix, siendo apenas un adolescente, ya dominaba a profundidad el tema del existencialismo. Fanático de Sartre y Nietzsche, Footix cuestiona constantemente su razón de ser en el mundo: se sabe gallo, pero se pregunta si podrá ser algún día humano.

Harto de la apacible vida provinciana, Footix decide viajar por el mundo, pero el dinero le alcanza para llegar hasta París pidiendo cola. Corre el año de 1997: era un mundo distinto, la gente usaba el chat de Taima, pensaba que no podía haber un presidente peor que Caldera y los buscapersonas y los baby Nokia se perfilaban como la solución definitiva de comunicación. Es en esa época que Footix es avistado en Montmartre por un cazatalentos, el cual lo convence de hacer un casting para ser la mascota del Mundial de Francia 98. Acosado por el hambre, Footix acepta. Para su sorpresa es seleccionado, este suceso cambiaría su vida para siempre.

Por supuesto, la fama y el dinero entraron en choque con sus principios filosóficos, lo que generó severos dilemas existenciales al pobre Footix. ¿El dinero y la fama, o la vida sencilla y humilde? Como la mayoría que se ve ante tal disyuntiva, se va por la primera opción, pero sería su propia marginalidad la que terminaría llevándolo a la fosa.

Footix comienza a gastar dinero de manera morbosa. Desoye los consejos de sus amigos y compra miles de gallinas de granja, para tener un harem. Invierte sumas absurdas de dinero en la compra de motos Harley Davidson, las cuales no puede manejar por no tener manos. Engorda. Pronto llegarían los huevos no deseados, los cuales -para horror de sus amigos y familiares- decide entregar en adopción a una cadena de restaurantes famosa por sus desayunos.
Como suele ocurrir, la bancarrota pronto llegaría para ponerle fin a los desenfrenos de Footix. Pasando el hambre hereje, vuelve a sus orígenes existencialistas: deambula por las calles parisinas, tomando un baño cada quince días, comiendo sobras y aburriendo a los turistas y peatones con sus cuentos sobre los días de grandeza y sobre las posibilidades de un humilde gallo de ser el Superhombre Nietzcheano. Pero si algo tienen los gallos de Jean-Le-Madmoiselle es su proverbial instinto de superación.

Un colega parisino, borracho y drogadicto, lo pone en contacto con lo más granado de la izquierda intelectual francesa. Se muestra interesado por el proceso revolucionario que se vive en Venezuela. Vende los derechos para que Hollywood filme su biografía y con los millones que recibe viaja a Venezuela, donde es recibido por el Ministro de Deportes. Es invitado a dar un ciclo de charlas en la Villa del Cine. Asiste junto al presidente Chávez a una proyección de la Final de Francia 98 en el Nuevo Circo de Caracas. Es invitado a una entrega de microcréditos para una pequeña banca asignadora de microcréditos. Abrumado por lo que observa, Footix observa que la realidad venezolana es mucho más compleja que el existencialismo en el que creía en su juventud; su crisis psicológica se agrava cuando entra a un Mercal en Petare, al ver como cincuenta personas reclamaban a los vendedores que los pollos que vendían eran pura agua congelada. Después de eso, Footix entró en una fuerte depresión. Cuentan testigos que lo último que supieron de él fue que lo vieron entrar a un Arturo’s, embaucado por el gerente.

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