Venezuela celebra día de Qué Ladilla Salir a Comer con La Suegra

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Venezuela celebra día de Qué Ladilla Salir a Comer con La Suegra

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Hombres y mujeres en todo el territorio nacional se preparan con resignación para pasar un tiempo con las madres de sus parejas, como parte de la tradición mundial del día de “Qué Ladilla Comer con la Suegra”.

Cada año, los venezolanos que se encuentran en una relación estable se turnan el privilegio de pasar un día conmemorando que sus suegras le dieron la vida a su pareja. “Es una tradición de porquería”, comentó Vanessa Ruiz, una mujer casada desde hace 10 años. “Cuando me toca a mí pasar este día con la familia de mi esposo, siempre pasa lo mismo: comentarios de que estoy gorda, de que los carajitos pa’ cuándo, de que la torta que traje es comprada en una panadería y que no la hice yo. La verdad es que si todo el mundo la pasa tan mal como yo, no entiendo cómo es que lo seguimos haciendo. De verdad como que somos masoquistas”, expresó Ruiz, mientras se dirigía a encerrarse en el baño para fumarse cinco cigarros seguidos y así poder pasar media hora lejos de su suegra.

La tradición también afecta a las madres de aquellos valientes que deben pasar el día con la suegra. “Mi mamá se pone toda dolida porque paso el día con la madre de otra persona. Es un peo, entonces uno le compra regalo a la mamá de uno y resulta que también hay que aflojar la cartera para regalarle algo a la suegra; ¡y pensar que esa maldita vieja me puso cien mil trabas cuando dijimos que nos íbamos a casar! A una plasta de gente así uno debería regalarle más bien una parcelita en el cementerio. ¡Ah, pero si hago eso, entonces mi mujer es la que se arrecha!» afirmó Pedro Colina, quien sintió que moría un poquitico al ver la cuenta del restaurant en el que almorzaba con su suegra y el resto de su familia política. «Cada vez que viene el Día de la Madre, considero seriamente el divorcio. De pana. Debería existir como una regla de separación temporal, cada quien se va a casa de su vieja y listo, en la noche todo bien. Bueno, soñar no cuesta nada. Lo que si cuesta es esta maldita cuenta. ¡Coño, esta vieja si come!»

 

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