Un grupo de ancianos ataviados con costosos vestidos y elegantes zapatos, se reunirán a partir de hoy en una capilla repleta de mármol y oro para decidir quién será el próximo representante de Dios en la Tierra.

A todo lo largo del planeta, millones de personas mirarán sus televisores por horas, para no perderse ni un solo detalle del Cónclave. Allí, el selecto y exclusivo grupo de ancianos escogerá a un señor retrógrado para que ejerza el rol de ser el nuevo líder de la Iglesia Católica; el elegido será el responsable de que esta institución continúe dándole la espalda a los problemas reales de su feligresía. El cardenal que termine recibiendo la bendición de sus colegas vestirá un traje especial, hecho a la medida por un famoso sastre italiano y usará un pomposo sombrero. Calzará unos elegantes zapatos Gucci mientras un mayordomo lo atenderá 24 horas al día para hacerle más fácil su tarea de dirigir la Iglesia.

Al quedar victorioso, el anciano en vestido, le hablará a millones de cristianos desde el balcón de una estructura tan costosa y llena de excelsas obras artísticas que es considerada invaluable. Finalmente, y a puertas cerradas, el anciano en vestido, terminará involucrado en una telaraña de intereses políticos y económicos que dejarán a la Institución igual de anacrónica a como se la entregaron, pero compensará este sacrificio con comidas y bebidas hechas por renombrados cocineros.