Jaime Martínez, un niño súper cuchi de un año y siete meses de edad, fue aplanado por la superficialidad del Halloween cuando nadie entendió que su disfraz de cochino se trataba de una referencia irónica al libro de George Orwell ‘Rebelión en la Granja’.

“¡Son todos unos ignorantes!” gritó el pequeño Jaime mientras era retirado entre rasguños de la celebración del día de brujas del preescolar Tiqui-Tiqui. “Yo no quería un vulgar disfraz del Zorro o de Ben 10, por eso le dije a mi madre que me vistiera de Carl Jung o de Napoleón, el cerdo que termina de líder en el maravilloso libro ‘La Rebelión en la Granja’ de Orwell. Como el otro disfraz no lo venden en ningún lado nos inclinamos por el del cerdo. Al llegar al preescolar todas las maestras dijeron que estaba muy ‘cuchi’ mi atuendo de cochinito. Intenté explicarles que en verdad era un personaje de La Rebelión, que era un meta-disfraz porque en verdad no era más que una representación de Stalin en la revolución rusa. Pero fue como si no me hubieran entendido nada, se rieron, me limpiaron la baba y se fueron. ¡Malditas ignorantes!” exclamó el niño Jaime mientras zarandeaba una copa de Brandy llena de frescolita.

Para algunos nada hay de nuevo en este fenómeno de niños disfrazados de cosas que nadie entiende. Rodrigo Mazzeti, amigo de Jaime, relató con impotencia: “El pobre Jaimito no está solo. Ya somos un grupo de bebés que hemos fracasado en nuestros disfraces de Carnaval o Halloween. Yo el año pasado me disfracé del Aleph de Jorge Luis Borges y nadie lo entendió. Todas las niñitas encantadas con el imbécil disfrazado de Iron Man, ¿Acaso el superhéroe ese contiene toda la información existente, simultánea y en un mismo espacio infinito donde se ve todo el universo desde todos los ángulos posibles? ¡No!, pues ese día yo tampoco la contenía pero era la representación de eso, pues”.