Mientras millones de venezolanas aún esperan que sus esposos les envíen el pasaje a Chile, para Ashley Harper la realidad es opuesta. Cada día, esta joven estadounidense le ruega a Dios que su novio, Anderson David Briceño, oriundo de Cabudare y deportado hace un par de semanas por ICE, nunca logre reunir el dinero para comprarle un pasaje a Venezuela.