Juramento del señor Pernía de “no pisar más nunca en su vida el Sambil” sólo duró tres días
El pasado 20 de diciembre el señor Manuel Pernía accedió a ir con su esposa al centro comercial Sambil de Caracas para realizar las compras navideñas. Lo que nunca se imaginó este inocente padre de familia es que el plan se convertiría en semejante pesadilla. “Tardamos cerca de media hora sólo para entrar al centro comercial y como media hora más tratando de conseguir un puesto… fue una desgracia” afirmó el desdichado hombre, que no ocultó su profundo desagrado con la cantidad de personas que había en el lugar. “No sé qué estaban regalando, pero allí no cabía un alfiler. Yo no vi nada barato, todo estaba carísimo” señaló.
Después de pasar más de tres horas en el lugar, hacer largas colas para pagar, tropezarse con gente de toda índole y gastar más de Bsf.2.000 en “3 pendejadas” el señor Pernía se detuvo frente a el Cinnarolls del Nivel Autopista y juró ante todos los presentes: “¡Por mis hijos que más nunca vengo a esta mierda!”. Su esposa asegura que la gota que derramó el vaso fue la larga cola para pagar el estacionamiento.
En los días siguientes al suceso el afectado señor Pernía se desahogó contándole a sus familiares y amigos cercanos su frustrante odisea. “Me trató de convencer de no ir más nunca e incluso llegó a decir que ojala el presidente expropiara todos los Sambiles de Venezuela, algo que me impresionó sabiendo lo abiertamente antichavista que es el señor” señaló Juanita, la muchacha que va a limpiar su apartamento dos veces por semana.
Sin embargo lo inimagibale sucedió cuando en horas de la noche del 22 de diciembre su esposa le recordó que todavía faltaba por comprar el regalo para su hijo mayor. “Una maldita gorra de los Leones del Caracas que sólo venden en la tienda oficial que queda en Sambil” señaló cabizbajo el desilusionado hombre, quien sin embargo tuvo el coraje de contar cómo rompió su promesa. “Pensé que si me iba a las diez de la mañana sería distinto pero que va, la cola para entrar no tenía el más mínimo sentido.” agregó.
Al final la promesa de esta desdichada víctima de las compras navideñas duró menos de tres días, pero asegura que lo hizo para verle la cara de alegría de su hijo, quien cabe destacar, fue parte de la garantía de su incumplido juramento. No obstante el señor Pernía asegura que toda su desgracia le ha dejado una enseñanza: “De ahora en adelante sólo voy a jurar por Dios y no por mis hijos, de esa forma tendré menos cargo de conciencia si la rompo” concluyó.