Hiperinflación le salva la vida a alcancía de cochinito

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Hiperinflación le salva la vida a alcancía de cochinito

Pocas cosas tienen menos novedades que el ciclo de la vida de una alcancía de cochinito. Desde su misma fabricación hasta su llegada a la mesa de noche de sus compradores, se sabe que su fin es morir de un martillazo; muerte que a veces es aplazada por las cuchilladas por la espalda que recibe de algún joven con necesidad de comprar drogas. Sin embargo, este no fue el caso del cochinito de Jorge, que solo tuvo palabras de agradecimiento para con los encargados de diseñar las políticas económicas de Venezuela, ya que la hiperinflación logró salvarle la vida.

«Ahora puedo dedicarme una vida entera a hacer lo que quería hacer: una alcancía llena de monedas inservibles»

–El Cochinito de Jorge

Después que lo encerráramos en un cuarto donde se había limpiado con thinner, nuestro pasante subpagado logró “hablar” con el referido cochinito: “Nosotros los cochinitos nacemos sabiendo que a cada uno de nosotros nos llega nuestro sábado. Pero yo no, quiso la Providencia que viniera yo a caer en este país. Y no pienso ahorrarme palabras de elogio y agradecimiento: quiero darle las gracias públicas al presidente Nicolás Maduro, a Chávez, al ex ministro Giordani, —al que quizás muchos no recuerden, pero él es uno de los responsables de tanto desfalco— y a cualquier otro que haya estado metido en este manejo tan desgraciado que han hecho de la economía venezolana. A todo aquel que mandó a imprimir dinero inorgánico, a todo aquel que se desfalcó las cuentas, a todo aquel que decretó aumentos salariales a lo loco… ¡gracias, gracias, gracias! ¡Miles de gracias! ¡La hiperinflación me salvó la vida! De corazón, les agradezco por tantos años de malas políticas económicas y depósitos en cuentas offshore de Andorra. Ellos hicieron posible lo que para nosotros las alcancías es un sueño: sobrevivir. Mi destino era morir despedazado a martillazos, o destrozado de algún golpe mal dado con cosas que no quiero ni siquiera imaginar. Gracias a todos y cada uno de los responsables —»responsables», entre comillas, creo que es más apropiado— porque me ayudaron a cumplir mi sueño. Ahora puedo dedicarme una vida entera a hacer lo que quería hacer: una alcancía llena de monedas inservibles que evita que la puerta del cuarto no se tranquen con el viento, y si logro que Jorge se machuque el meñique del pie caminando medio dormido de madrugada, ¡mejor todavía! Estoy en deuda con ustedes, muchachos. Les debo la vida” sentenció la alcancía, mientras se retorcía con asco al ver que Jorge quería meterle un billete de 100.

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