Padre de familia solicita indulto presidencial para salir del Sambil por razones humanitarias

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Padre de familia solicita indulto presidencial para salir del Sambil por razones humanitarias

El 24 de diciembre ha sido un día difícil para José Román González, padre de familia de 42 años, que introdujo una solicitud ante el Presidente de la República para poder salir del Centro Comercial Sambil alegando «razones humanitarias».

«Por medio de la presente, me dirijo respetuosamente a usted para solicitarle un indulto, un hábeas corpus, una gracia especial, un perdón presidencial o cualquier otra figura legal vigente; pero por favor, ¡sáquenme de esta mierda ya! ¡Se los suplico! ¡No lo hagan por mi: háganlo por mis hijos, que me esperan en casa! ¡Señor Presidente, escuche a un venezolano que le pide, con el corazón en la mano, que no deje que mis hijos pasen la Navidad sin su padre!» comentó entre lágrimas el señor González, mientras cumplía sus primeras 2 horas de dar vueltas por el sótano 5, en busca de un puesto.

Las súplicas del señor González alcanzaron un nuevo nivel al quedar atrapado en una multitud en la escalera mecánica que da acceso al centro comercial. «Señor Chávez, por favor, tenga compasión. Póngase en mis zapatos. Todos y cada uno de mis derechos humanos han sido violados aquí. Sienta el ruido, la música navideña, el olor a cinamon roll rancio, las mamás histéricas quejándose de lo caro que está todo, los tarados con gorrito de Santa, el suelo pegajoso de refresco mal coleteado, la vuelta que hay que dar para encontrar un baño, la cola de los cajeros del Provincial, el olor a cotufa quemada y a pañal de viejo del cine, las hordas de arborrecentes inmamables, los enjambres de tukkys, la gente vestida como si el clima fuera el de Canadá o el de Siberia, el gordito furruquero que va allá con los cachitos de reno… ¿Usted cree que hay derecho? Se lo ruego, déjeme salir. Le juro que el año que viene no dejo los regalos a última hora. Le juro que compro en julio; le juro que los hago yo mismo con mis propias manos, pero no deje que me muera aquí adentro, tenga compasión, permítame salir de nuevo a la luz del sol. Usted es el único que puede hacer que mi familia se reúna este 24. O por lo menos el 31. ¡Se lo suplico!» rogó González, mientras se asfixiaba un poquito con el olor a pelo chamuscado que salía del Carmelo’s.

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