Juego de Monopolio se termina cuando El Aissami interviene al banco

Política

Juego de Monopolio se termina cuando El Aissami interviene al banco

—¿Risk?

—Ni de vaina. Eso es “Risk your friendships”.

—¿Scrabble?

—No, tampoco. Con tu ortografía siempre es una ladilla.

—¿Monopolio?

—Okey. Sácalo, y aprovechas y me traes una cerveza, mi amor.

—Yo soy el zapato.

—¡Yo quería ser el zapato! ¡No es justo!

—Usa cualquiera, mi cielo. Usa el perro, el sombrero, cualquier otra.

—Está bien. Soy el sombrero.

—¿Quién es el banco?

—¡Yo, yo!

—No, la pinga, Freddy. El banco soy yo. ¡Tú eres muy tracalero y tramposo!

Una luz muy brillante, seguida de un sonido estruendoso, se hizo sentir en la sala de la familia Mijares. Al principio ninguno de los presentes le prestó mayor atención, creyendo que era una baja de tensión u otro bombillo que se quemaba por un apagón; pero no fue sino hasta que la presencia habló que Juan Manuel, Victoria, Elena y Freddy supieron que había alguien más allí, en la sala de su mismísima casa.

—¿Quién dijo banco?

—¡Ese es… ese es…!—tartamudeó Juan Manuel, el papá.

—¿Un gafo?— dijo Victoria, la mamá.

—¿Un fantasma?— dijo Elena, la menor y más inocente.

—¿Un choro?—dijo Freddy, el hijo mayor.

—To-to-todas… todas las anteriores. Es El-Aissami, el vicepresidente— atinó a decir, por fin, Juan Manuel.

—El del banco, va preso. Por desestabilizador. Por conspirar contra la moneda. Por ser un instrumento de la Guerra Económica y por aliarse con intereses apátridas imperialistas golpistas. Vas preso y el banco queda intervenido— dijo El-Aissami, mientras se metía todos los billetes de 500 en el bolsillo.

—¡Mira, papá! Después que el señor habló, a los billetes de 100 le salieron 4 ceros más. Y ya no alcanzan para comprar nada.

—¿Cuáles billetes?— dijo la mamá, mientras veía a El-Aissami metiéndoselos en el otro bolsillo.

—¡Y ahora pasé por “Go” y me dieron solo 35, y un poco de cestatickets!— protestó Elena.

—¡Papá, yo tenía un hotel en Paseo Tablado y el señor éste me lo quitó!— dijo Freddy, llorando.

—Dejen de hablarle a su papá, que me lo llevo preso— aseguró El-Aissami, haciéndole una seña a unos efectivos del SEBIN para que arrimaran la ficha del papá a la cárcel— Nadie manda al señor aquí a ser el banco. Hubiera dejado que el carajito llevara el banco, señor. Si es tan tracalero como usted dice, a lo mejor en vez de estármelo llevando a usted preso, estuviéramos haciendo negocios.

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