Fantasma se deprime porque Corpoelec no lo deja prender y apagar la luz

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Fantasma se deprime porque Corpoelec no lo deja prender y apagar la luz

El fantasma de Gastón Briceño, caraqueño fallecido en 1817, tiene más de dos siglos embrujando la casa de la familia García, ubicada en La Pastora, Caracas. Pero la mala gestión del servicio eléctrico de Corpoelec ha convertido su vida en un suplicio infernal; el fantasma asegura que debido a los apagones de los últimos meses no ha podido asustar más a la familia prendiéndoles y apagándoles la luz, lo que le ha causado depresión y ansiedad.

Gastón accedió a conversar con nuestro pasante subpagado en una sesión que involucró tabaco, aguardiente, una ouija y otras cosas más que no incluiremos por respeto a la señora Gladys, mamá del pasante: “Esto no tiene sentido. En mis más de 200 años como fantasma yo había pasado por algo como esto. Toda la razón de mi existencia se basa en asustar a los vivos, pero Corpoelec me la está poniendo difícil. ¡Pero ni en vida ni en muerte me dejan! Todas las noches me quedo esperando en la cocina a las 2 o 3 de la mañana, que es cuando el señor José, el papá, baja a buscar agua. Ese señor ya de por sí es medio cagón, entonces es la víctima perfecta. ¡Ah, no, pero ahora uno no puede asustarlo porque no hay luz! José baja con la linterna de su celular prendido. Ahí no me puedo meter yo todavía. Sigo aprendiendo, pero qué va, muy complicado entrarle a esos circuitos. Me costó demasiados años pasar de soplar las velas a aprender a darle vuelta a la manilla de los quinqués y luego a manejar los interruptores. El hecho es que desde que los García se mudaron a esta casa hace 25 años los tenía a monte a toditos, hasta al gato cuando se pone fastidioso a maullar en las noches. Pero llegó el chavismo y su Corpoelec y ahora me lo han quitado todo. ¡Ya ni hablan de mudarse! ¿Para qué seguir vivo en la muerte, si no puedo cumplir mis sueños? ¿Si no veo un futuro feliz cerca? No he conseguido un fantasma terapeuta para que me ayude. Me siento muy solo. Ya ni atravesar las paredes puedo”, concluyó el espíritu de Gastón, quien luego tumbó tres libros de un estante con flojera.

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