Apartamento de Río Chico contento con su decoración del 87

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Apartamento de Río Chico contento con su decoración del 87

“A mi que no me toquen mis sillas de mimbre” así respondió el apartamento 4-B del conjunto residencial Sol del Mar a la familia Hernández, luego de que pensaran remodelar la vivienda, cosa que no ocurre desde 1987.

“No chico, déjenme tranquilo, ¡que cambio ni qué nada, yo estoy fino así, no me hace falta nada! Tengo mi tv de rosca con canales nacionales, mis alcayatas en forma de ancla a juego con el timón que está pegado en la pared esa que pintaron de verde limón, mi minicomponente Sony con doble casette que ya no hallaban donde poner y mi atril pa’ el botellón del agua, déjenme quieto que yo lo que estoy es pepa, chamo” declaró el apartamento mientras mostraba orgulloso sus dos sofacamas que no hacen juego, heredados de sucesivas remodelaciones del apartamento de Caracas.

La familia Hernández se mostró preocupada por la actitud del apartamento. “Esto se veía venir, desde aquella vez que formó un berrinche porque botamos el colchón que tenía el resorte salido. Andaba medio pasivo-agresivo. Él es muy mañoso, lo peor es que no es tan viejo, lo tenemos apenas desde el 78; pero capaz que estar tanto tiempo solo lo haya afectado. El pobre está toda la semana solito y ya no vamos casi nunca, el que más lo visita es José David cuando va con sus compañeritos de clase”. Comento la señora Gladys de Hernández.

Por su parte, el apartamento lució inconforme con las visitas del menor de la casa. “¿Querubín? ¡Sí, cómo nié! ¡Yo te avisó! Ese chamo es un desastre, se viene ese muchachero de la universidad y lo que hacen es puro tomar ron y coconis, cojen esas voladoras bestiales y luego se dan las tusas todos contra todos y salen en la mañana a comer empanadas. ¿Esto es vida? ¡Al menos me hubieran dejado mi matica de plástico, que mal que bien me hacía compañía! Bueh, mariqueras mías, chamo, no me hagas caso… Aunque sea me visitan, no puedo negar que me quieren. Al del 2-D desde que se murió el señor Pastor más nunca vino nadie” sentenció el apartamento, mientras la señora Hernández le cerraba la llave de paso del gas.

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