¡Pssst! ¡Eh, tú! ¡Sí! ¿te diste cuenta que estás leyendo esta noticia? Eso quiere decir que tuviste suerte, porque no te mataron este fin de semana. Eso sí, antes de que saltes al segundo párrafo, apártate un poco de la ventana. O sube el vidrio y pasa el seguro, si es que eres lo suficientemente temerario para estar leyendo esto en el carro.

Ajá, bueno. A lo que iba. Sobreviviste a un fin de semana en Venezuela sin que te metieran un navajazo o treinta tiros. Eso, en términos probabilísticos, es más difícil que pegarse un Kino, recibir dos veces la descarga de un rayo o conseguir una foto de Chávez con George W. Bush tomando mimosas en Camp David. ¡Y tu que creías que salir al cine con tu novia, a tomarte un par de birras con los panas o ver si te levantabas a alguien era algo aburrido, poco emocionante! ¡Alégrate, porque estás en tu casa metiendo estas letras por tus ojos! ¿Sabías que hubo un montón de gente  que no tuvo la misma suerte que tú? (Nota mental para tí mismo: a lo mejor llegaste a este punto del texto y te pusiste a pensar que de verdad tienes suerte, pero lamento interrumpirte para recordarte que este es el momento de voltear paranoicamente a ver si alguien te sigue)

¿Nadie? ¡Pfff, qué bolas la suerte que tienes! Llegaste a este tercer párrafo, tu corazón sigue latiendo, sigue entrando oxígeno a tus pulmones, tus estómago sigue procesando comida (si es que conseguiste) y, además, de lujo y todo, ningún malandro se antojó de tu Twingo, de tu teléfono o de los 10 bolívares peorros que cargas en la cartera. Así que, de pana y todo, no compres rifas, no juegues caballos ni tengas sexo sin condón. No abuses de tu buena suerte.