Ministra de Salud se hace una cirugía en clínica privada para “supervisar su funcionamiento”

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Ministra de Salud se hace una cirugía en clínica privada para “supervisar su funcionamiento”

En una clara muestra de desprendimiento revolucionario, Eugenia Sader, ministra de Salud, se sometió a un proceso extensivo de cirugía estética, para «meterse en la boca del lobo y supervisar desde adentro las clínicas privadas».

«Ya le pedí a las enfermeras que no me cierren la puerta de la habitación, porque vine a meterle el ojo a todo. ¡A ver! ¿y mi sopita de auyama adonde está? ¿Y mis galletas de soda? ¡Muévanla, que estoy pendiente de todo!» gritó la ministra, mientras veía con el médico tratante un catálogo de distintos implantes mamarios. «Véngase para acá doctor, vamos a aprovechar esta anestesia para corregirme esta mariquerita que tengo en la nariz; total, ustedes siempre le meten al seguro «traumatismo severo» para hacerle un refrescamiento de párpados a la gente. Este es un coñacito que me di cuando niña. ¡Vamos, vamos, échele cuchillo a esa nariz; déjeme bella, cómo lo hacen con esas señoronas de Altamira!» comentó la ministra, mientras le pedía a las enfermeras que no le vendara ambos ojos, para poder ver las irregularidades cometidas «por estos desangradores del pueblo».

Disfrazado de enfermero, nuestro pasante subpagado aprovechó los efectos de la anestesia para tener una conversación con la ministra. «Acomódame la almohada aquí, este niño, lúcete… ajá, como te decía, muchos ministros se han sacrificado para ver los malos tratos que dan en las clínicas; pero hacía falta alguien que conociera el mundo de la salud, por eso agarré unos milloncitos de la partida para hacerme esta operación. Coño, pero es que hay ministros que vienen una y otra vez y no terminan de hacer un informe decente, y eso que le hemos hecho un cuestionario y todo. Pásame ese espejo ahí, este niño, para ver cómo me dejaron… ajá, sinceramente, ¿tu no crees que esa teta quedó más abajito que la otra? ¡Jum, esto me huele a fiscalización! ¡Prepárense, carajo!»

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